Ansiedad: no te define, pero sí te habla

Por Daniela Bustos Páez

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Vivimos en un mundo que exige más de lo que podemos sostener. Un entorno que impulsa a estar siempre disponibles, resolutives, eficientes. Nos enseñaron que el valor está en la productividad, no en el bienestar. Y es ahí donde la ansiedad aparece. No como un error, sino como una respuesta legítima a un sistema que desborda.

La ansiedad no surge de la nada. No es una falla individual. Es una alerta. Es el cuerpo y la mente diciendo: así no se puede continuar.

No es culpa tuya. Pero sí es posible empezar a escucharte desde un lugar más amable, más presente.

Porque aunque la ansiedad incomoda, también comunica. Y merece ser atendida sin juicio, con respeto.

No sos tus pensamientos: sos quien los observa

La mente ansiosa suele llenarse de predicciones catastróficas. Invita a creer que todo lo que pasa por ella es real, urgente, inminente.

Pero no todo pensamiento es verdad. A veces, solo es ruido. Y ese ruido no sos vos: sos quien lo escucha.

Cuando la ansiedad abrume, podrías preguntarte:

Observar sin asumir que todo pensamiento define la realidad, es un acto de cuidado. Una forma de recuperar aire en medio del ruido.

Respirar también es resistencia

Nos hicieron creer que frenar es fracasar. Que descansar es signo de debilidad.

Vivimos midiendo tiempos, comparando logros, exigiendo más de lo posible.

Y sin embargo, la ansiedad no aparece porque sí. Aparece porque este ritmo no es humano.

Por eso, detenerse a respirar es más que un consejo: es una forma de decir hasta aquí.

Este gesto activa el sistema de calma. Es una manera de recordarte que también merecés paz.

La evasión alimenta la ansiedad: acercarse, de a poco, es transformación

Evitar lo que asusta parece natural. Postergar, escapar, distraerse. No porque se sea débil, sino porque así se aprendió a sobrevivir.

Pero dar pasos pequeños —a tu ritmo— puede cambiar esa relación:

Cada pequeño acto es una forma de recuperar presencia. De decir: estoy acá, y sigo.

El cuerpo también habla: sostenerlo con cuidado

La ansiedad no es solo mental. Vive en el cuerpo. Lo agita, lo cansa, lo alarma.

Dormir mal, alimentarse sin atención, pasar horas frente a una pantalla… todo eso impacta. El sistema quiere cuerpxs desconectadxs, distraídxs, sin energía para cuestionar.

Cuidarse no es autoayuda vacía: es resistencia cotidiana.

No para encajar. Para sostenerse.

Cambiar el diálogo interior: no es fragilidad, es humanidad

Nos enseñaron a ocultar lo que duele. A seguir como si nada. Pero la ansiedad no es debilidad: es una señal. Un llamado a revisar, a pausar, a escuchar(se).

Podés empezar a hablarte distinto:

No se trata de frases positivas vacías. Se trata de no violentarte también desde adentro.

Descansar no se negocia: es un derecho

El éxito nos fue vendido como estar ocupados todo el tiempo. Pero… ¿de qué sirve alcanzar metas si no hay descanso?

El descanso no se gana. Se necesita y es posible ejercerlo así:

A veces, parar es el mayor acto de dignidad.

Aceptar no es rendirse: es cambiar el vínculo

Intentar controlar o eliminar la ansiedad muchas veces la intensifica. En cambio, reconocerla, nombrarla, dejar de pelear, puede cambiar la forma de estar con ella.

No se trata de que desaparezca, se trata de que no gobierne cada decisión.

Aceptar no es resignarse. Es recuperar agencia.

No tenés que poder solx

El sistema no va a detenerse. Las exigencias no van a desaparecer. Pero eso no significa que tengamos que enfrentarlo sin redes, sin compañía, sin pausas.

La ansiedad no es un problema individual. Es también un síntoma colectivo.

Y acompañarse —entre amigxs, en terapia, en comunidad— puede hacer la diferencia.

No se necesita estar bien para empezar a vivir. Podés empezar con lo que haya hoy: miedo, cansancio, dudas. Eso también es parte del proceso.

La pregunta no es “¿por qué me pasa esto?”, sino: ¿cómo puedo sostenerme con más cuidado hoy?

Bibliografía

  • Burns, D. (2003). Adiós, ansiedad. Paidós.
  • Nardone, G. (1995). Miedo, pánico, fobias: La terapia breve. Herder.
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