Ansiedad: no te define, pero sí te habla
Por Daniela Bustos Páez

Vivimos en un mundo que exige más de lo que podemos sostener. Un entorno que impulsa a estar siempre disponibles, resolutives, eficientes. Nos enseñaron que el valor está en la productividad, no en el bienestar. Y es ahí donde la ansiedad aparece. No como un error, sino como una respuesta legítima a un sistema que desborda.
La ansiedad no surge de la nada. No es una falla individual. Es una alerta. Es el cuerpo y la mente diciendo: así no se puede continuar.
No es culpa tuya. Pero sí es posible empezar a escucharte desde un lugar más amable, más presente.
Porque aunque la ansiedad incomoda, también comunica. Y merece ser atendida sin juicio, con respeto.
No sos tus pensamientos: sos quien los observa
La mente ansiosa suele llenarse de predicciones catastróficas. Invita a creer que todo lo que pasa por ella es real, urgente, inminente.
Pero no todo pensamiento es verdad. A veces, solo es ruido. Y ese ruido no sos vos: sos quien lo escucha.
Cuando la ansiedad abrume, podrías preguntarte:
- 🔹 ¿Esto es un hecho o una suposición?
- 🔹 ¿Cuántas veces temí lo peor… y al final no ocurrió?
- 🔹 ¿Qué es lo peor que podría pasar? ¿Podría atravesarlo?
Observar sin asumir que todo pensamiento define la realidad, es un acto de cuidado. Una forma de recuperar aire en medio del ruido.
Respirar también es resistencia
Nos hicieron creer que frenar es fracasar. Que descansar es signo de debilidad.
Vivimos midiendo tiempos, comparando logros, exigiendo más de lo posible.
Y sin embargo, la ansiedad no aparece porque sí. Aparece porque este ritmo no es humano.
Por eso, detenerse a respirar es más que un consejo: es una forma de decir hasta aquí.
- 🔹 Inhalar en 4 tiempos.
- 🔹 Retener el aire 4 segundos.
- 🔹 Exhalar lento, en 6 u 8 tiempos.
Este gesto activa el sistema de calma. Es una manera de recordarte que también merecés paz.
La evasión alimenta la ansiedad: acercarse, de a poco, es transformación
Evitar lo que asusta parece natural. Postergar, escapar, distraerse. No porque se sea débil, sino porque así se aprendió a sobrevivir.
Pero dar pasos pequeños —a tu ritmo— puede cambiar esa relación:
- 🔹 Salir hasta la esquina si estar afuera genera angustia.
- 🔹 Ensayar frente al espejo si hablar frente a otras personas cuesta.
- 🔹 Planificar el día siguiente si pensar en el futuro entero abruma.
Cada pequeño acto es una forma de recuperar presencia. De decir: estoy acá, y sigo.
El cuerpo también habla: sostenerlo con cuidado
La ansiedad no es solo mental. Vive en el cuerpo. Lo agita, lo cansa, lo alarma.
Dormir mal, alimentarse sin atención, pasar horas frente a una pantalla… todo eso impacta. El sistema quiere cuerpxs desconectadxs, distraídxs, sin energía para cuestionar.
Cuidarse no es autoayuda vacía: es resistencia cotidiana.
- 🔹 Mover el cuerpo, aunque sea unos minutos.
- 🔹 Dormir sin interrupciones digitales.
- 🔹 Comer sin culpa, con presencia.
No para encajar. Para sostenerse.
Cambiar el diálogo interior: no es fragilidad, es humanidad
Nos enseñaron a ocultar lo que duele. A seguir como si nada. Pero la ansiedad no es debilidad: es una señal. Un llamado a revisar, a pausar, a escuchar(se).
Podés empezar a hablarte distinto:
- 🔹 “No puedo con esto” → “Estoy aprendiendo a atravesarlo”.
- 🔹 “Soy un desastre” → “Estoy haciendo lo que puedo”.
- 🔹 “Siempre me pasa lo mismo” → “Cada vez entiendo un poco más”.
No se trata de frases positivas vacías. Se trata de no violentarte también desde adentro.
Descansar no se negocia: es un derecho
El éxito nos fue vendido como estar ocupados todo el tiempo. Pero… ¿de qué sirve alcanzar metas si no hay descanso?
El descanso no se gana. Se necesita y es posible ejercerlo así:
- 🔹 Tomarse un café sin prisa.
- 🔹 Escuchar música sin multitareas.
- 🔹 Sentarse en silencio solo para registrar cómo se está.
A veces, parar es el mayor acto de dignidad.
Aceptar no es rendirse: es cambiar el vínculo
Intentar controlar o eliminar la ansiedad muchas veces la intensifica. En cambio, reconocerla, nombrarla, dejar de pelear, puede cambiar la forma de estar con ella.
No se trata de que desaparezca, se trata de que no gobierne cada decisión.
- “Sé que estás, pero no decides por mí”.
- “No me defines, aunque aparezcas”.
- “Voy a seguir, incluso si estás presente”.
Aceptar no es resignarse. Es recuperar agencia.
No tenés que poder solx
El sistema no va a detenerse. Las exigencias no van a desaparecer. Pero eso no significa que tengamos que enfrentarlo sin redes, sin compañía, sin pausas.
La ansiedad no es un problema individual. Es también un síntoma colectivo.
Y acompañarse —entre amigxs, en terapia, en comunidad— puede hacer la diferencia.
No se necesita estar bien para empezar a vivir. Podés empezar con lo que haya hoy: miedo, cansancio, dudas. Eso también es parte del proceso.
La pregunta no es “¿por qué me pasa esto?”, sino: ¿cómo puedo sostenerme con más cuidado hoy?
Bibliografía
- Burns, D. (2003). Adiós, ansiedad. Paidós.
- Nardone, G. (1995). Miedo, pánico, fobias: La terapia breve. Herder.